SemMéxico. 30 de junio de 2015.-El número de jóvenes mujeres que no estudian ni trabajan (ninis) en México, se ha reducido en los últimos 15 años y prácticamente es equiparable al de los hombres.
En 1995, en el país había una población de 20 millones 313 mil jóvenes de entre 15 y 24 años, de los cuales 4 millones 100 no estudiaban ni trabajaban; un millón 200 mil eran hombres y 2 millones 900 mil, mujeres.
Miguel Székely, ex subsecretario de Educación Media Superior de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y ahora director del Centro de Estudios Educativos y Sociales, aseguró que el número de mujeres que en 1995 no estudiaban ni trabajaban tenía una proporción de dos a uno con respecto a los hombres.
Sin embargo, los datos más recientes del 2014, dijo, revelan que esta proporción ahora es de uno a uno.
“El número de mujeres jóvenes que no estudian ni trabajan disminuye porque aumenta la educación y su participación en el mercado laboral”, dijo.
Incluso el investigador aseguró que el porcentaje de ninis, se mantiene prácticamente igual desde 1995, pero lo que ha cambiado es la composición de este grupo.
“Ha cambiado la naturaleza o el perfil del fenómeno, que sigue siendo problemático, pues se trata del 20 por ciento de la población joven”, señaló.
Esto se debe por una parte al aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral y dentro del sistema educativo, pero por otra, por que se elevó la deserción de los hombres y la falta de empleo de los mismos.
En el año 2014, señaló el investigador, de un total de 22 millones de jóvenes de 15 a 24 años, se registraron 2 millones 100 mil hombres que no estudiaban ni trabajaban y en el caso de las mujeres la cifra era de 2 millones 160 mil.
Las mujeres desertan menos que los hombres
Las cifras del sistema educativo nacional refuerzan la idea del investigador, pues las mujeres no sólo desertan menos que los hombres, sino que concluyen en mayor porcentaje la educación obligatoria y son más exitosas, pues incluso tienen un porcentaje de reprobación menor.
En educación primaria, la deserción de las niñas es de 0.5 por ciento, mientras que la de los niños es de 0.8 por ciento; la reprobación es de 0.1 y 0.6 por ciento respectivamente; y la eficiencia terminal es de 97.4 por ciento para las mujeres y de 96.2 por ciento de los hombres.
En secundaria el panorama es similar, la deserción de las adolescentes mujeres es de 3.9 por ciento, la de los hombres es de 5.6 por ciento y la eficiencia terminal, es de 88.8 y 83.1 por ciento respectivamente.
Respecto a la educación media superior, las mujeres también aventajan a los hombres: la deserción es del 11.1 por ciento para las jóvenes y del 15 por ciento para los varones; mientras que la eficiencia terminal es del 69 por ciento para las mujeres y 60.4 por ciento para los hombres.
La Dirección de Igualdad de Género de la SEP indica incluso que de las mujeres de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan, que son poco más de 2 millones 160 mil, el 24 por ciento abandona sus estudios y aducen como motivo el matrimonio, unión o razones de maternidad; el 32.8 por ciento declara que la causa principal para no estudiar es económica y el 12.5 por ciento indica que abandonaron los estudios porque les aburrían.
En el caso de los hombres las razones para abandonar los estudios son distintas: el 9.8 por ciento alude a causas familiares, y el 41.1 por ciento a razones económicas.
La cicatriz nini afecta más a los hombres
La permanencia de las mujeres en el sector educativo ha tenido una repercusión directa en el mercado laboral, señaló Székely.
Para los hombres que abandonan los estudios, dijo, es mucho más difícil encontrar trabajo porque ahora hay mayor competencia y esto se debe a que han entrado muchas más mujeres al mercado laboral.
Un dato adicional, dijo, es que los jóvenes varones que en algún momento de su vida se encontraron en situación de no trabajar ni estudiar, tienen más dificultades para conseguir empleo.
“Empiezan a tener menores salarios, tienen empleos precarios o informales, es un efecto que se llama de cicatriz, el ser nini te provoca una cicatriz que deja marcas en el futuro”.
“Primero porque pierdes años de experiencia, segundo porque significa que otros pudieron acceder a las oportunidades que se generaron y eso provoca una desventaja, por lo cual es mucho más difícil conseguir su primer empleo a los 30 años que a los 18, independientemente del factor de la experiencia, lo cual impacta más a los hombres que a las mujeres”, dijo.
El investigador explicó que en el caso de las mujeres el efecto cicatriz es casi normal por su condición de mujer para el sector laboral.
“El mercado laboral está más acostumbrado a que las mujeres entren y salgan por cuestiones de maternidad. Si una mujer se queda sin trabajar 3 o 4 años porque tuvo hijos es normal, en cambio si un hombre se queda fuera 3 o 4 años, se no se toma como un buen indicio”, explicó.
Si bien la participación de las jóvenes en el mercado laboral ha aumentado, la brecha es aún significativa si se toma en cuenta a la población de 15 a 29 años de edad, de acuerdo con los datos proporcionados por la Dirección de Igualdad de Género de la SEP.
En el anexo 2 sobre el Avance de los Programas Presupuestarios con Erogaciones para la Igualdad entre Hombres y Mujeres que presentó la dependencia en el primer trimestre del año, pero con datos del 2012, las mujeres representan tan solo el 43 por ciento de la fuerza laboral y los hombres el 78 por ciento.
“Siguen existiendo mujeres que por razones culturales están fuera del mercado laboral, pero la tendencia es a la baja”, expresó Székely.
Incluso dijo que los datos más recientes del 2014, señalan que la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó del 40 al 50 por ciento de 1995 al 2012; y bajó la de los hombres, de 83.6 por ciento al 81.8 por ciento.
“Al tener una economía poco dinámica y un mercado laboral que está generando pocos empleos, el efecto que se da, es que cada vez hay una mayor competencia por los empleos”, expresó.
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