Los días transcurren lentos para Melissa. Han pasado más de dos meses desde que los gobiernos local y estatal dieron por iniciado el periodo de cuarentena, ante el riesgo de contagio del Covid-19, enfermedad de alcance mundial.
A partir de entonces, la violencia de género ha crecido en 26%, revelan los registros del Grupo de Estudios sobre la Mujer Rosario Castellanos (GES Mujer). Por ello, organizaciones a favor de los derechos de las mujeres han decidido llamar a la violencia de género “la otra pandemia”.
Hace unos días, Melissa, de 33 años, sufrió un desmayo y así descubrió que estaba embarazada. Antes de caer desvaída, había tenido una discusión con su esposo, un comerciante con quien procreó dos hijos de seis y nueve años, quien tras declararse la emergencia sanitaria perdió su empleo, al igual que Melissa, quien también perdió su trabajo como empleada de mostrador.
En entrevista con EL UNIVERSAL, mientras sostiene el diagnóstico positivo de una prueba de embarazo, en la que gastó 50 pesos, Melissa pide guardar el anonimato y relata que fue hace poco, menos de una semana, cuando cansada de los golpes y los gritos decidió denunciar al 911.
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Sobre el tema, la presidenta del GES Mujer, Angélica Ayala Ortiz, precisa que la pandemia por Covid-19 está teniendo un impacto fuerte, no sólo en materia de salud, sino en todas las áreas económicas y sociales.
Acota que, en este sentido, “la violencia basada en el género ha mostrado un incremento derivado de la mayor presencia de los varones en el espacio doméstico, dentro del contexto de confinamiento en casa. Esto incluye la violencia sexual, con casos que desde el GESMujer se han acompañado durante la pandemia y evidencian que la violación por parte de los cónyuges es una triste realidad”.
Melissa relata que tuvo que esconderse en el baño de la vivienda donde renta, a hurtadillas y en la madrugada, para llamar a Emergencias. Sus primeros intentos no tuvieron éxito, pero cuando logró establecer comunicación la exhortaron a denunciar formalmente a su agresor.
“Pensé que iba a venir una patrulla… Me preguntaron si en ese momento me estaba pegando, les dije que no, habíamos discutido horas antes, que tenía miedo y no era la primera vez. Luego me dijeron algo sobre pruebas, no tenía heridas y me cuestioné: ¿por qué debería de tenerlas?”, relata.
Sobre sus días en cuarentena, indica que han sido más complicados con el paso del tiempo, pues no puede buscar otro empleo, y afirma que es muy poco probable que pueda conseguir trabajo estando embarazada.
De acuerdo con GESMujer, la cuarentena incrementa el riesgo de vulnerabilidad hacia niñas y adolescentes por los casos de abuso sexual que, desafortunadamente, colocan a Oaxaca en los primeros lugares de embarazo infantil y adolescente.
Asimismo, a nivel mundial se pide atender las implicaciones del Covid-19 en la salud sexual y reproductiva, debido a que se prevé un incremento de embarazos no planeados.
Sin empleo y sin la opción de poder salir de su hogar en medio de la contingencia, se suman las tareas del hogar, el cuidado de sus dos hijos, las labores de la cocina que implican que toda la familia permanezca en casa, las tareas escolares de sus hijos, la constante limpieza de áreas comunes y el estrés por no tener una fuente de ingresos estable.
Aunque se decidió a denunciar durante el periodo de aislamiento, esta no es la primera vez que su esposo tiene conductas violentas en el hogar. Ella comenta que éstas han sido constantes durante al menos ocho años; no obstante, al permanecer encerrados y en medio de la incertidumbre, los episodios de agresiones verbales y físicas se han vuelto más frecuentes.
“Por ahora, estamos viviendo con la liquidación de mi esposo, que ya llevaba varios años en su trabajo. Yo tenía menos, porque mi trabajo era de medio tiempo, me dieron poco más de 2 mil pesos… y ya no queda nada”, apunta. Además, su esposo ha realizado trabajos temporales de reparación de electrodomésticos o instalaciones eléctricas, lo que ha permitido tener otros ingresos en su hogar.
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Luego de intentar denunciar, Melissa relata que un par de días después, se encontraba barriendo el patio de la vivienda, donde además habitan otras familias, cuando sufrió el desmayo. Sus vecinos pidieron la intervención de un doctor, quien finalmente le sugirió hacerse una prueba de embarazo. Ésta dio positivo.
El resultado fue determinante para que ella desistiera de iniciar un proceso formal de denuncia: “Mi familia está muy lejos. Yo llegué aquí hace muchos años para trabajar y estudiar… me embaracé y empecé mi familia. No puedo ir a ningún lado, si eso significa arriesgar a mis hijos o dejarlos”, lamenta.
Su esposo aún desconoce los resultados del examen, Melissa teme que se enoje, como sucedió cuando concibieron a su segundo hijo. Sin embargo, ella asegura no tener acceso a anticonceptivos, mientras que su pareja prefiere no usarlos.
Los resultados de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID 2009-2014) indican que sobre el concepto de necesidad insatisfecha de anticonceptivos para Mujeres en Edad Fértil Sexualmente Activas (MEFSA) en Oaxaca es de 7.6%, cifra superior al porcentaje nacional que es de 4.5%.
Aunado a lo anterior, son las mujeres de 15 a 19 años las que presentan mayor necesidad insatisfecha, con 26.1%. El dato a considerar es que el mayor porcentaje de embarazos no planeados o no deseados se encuentra entre las mujeres de 15 a 19 años de edad, con 61.1%, y son también quienes presentan mayor necesidad insatisfecha de anticonceptivos, tanto de las MEFSA como de la Mujeres en Edad Fértil Unidas (MEFU).
Cuestionada sobre si reconsideraría la posibilidad de denunciar a su pareja, en caso de correr peligro o de una futura agresión verbal o física, Melissa declara no estar segura